lunes, 6 de noviembre de 2017

Cada día de esta semana publicaremos en el blog uno de los relatos ganadores del concurso de la pasada semana con motivo de Halloween.

Hoy tedréis la oportunidad de leer el relato ganador de 1º de ESO, cuya autora se llama Rocío Marín Fernández y está en el curso 1º ESO C.




Una noche en el cementerio
Hace mucho tiempo en un viejo cementerio de Madrid una familia velaba por su hija fallecida hacía unas semanas. Esa noche, el hermano se escapó de casa para ir al cementerio. Juan, que así se llamaba, caminaba la noche de Halloween entre gente disfrazada y divirtiéndose, pero a Juan no le parecía divertido. Cuando estaba llegando al cementerio, un viejo arrugado estaba de espaldas en la puerta y cuando se dio la vuelta, su cara estaba descompuesta. Juan se asustó y se fue corriendo. Volvió a su casa y sus padres no estaban. Se metió en la cama e intentó dormir, pero no podía porque estaba muerto de miedo. Estuvo un momento en la cama pero, al final, decidió levantarse e ir otra vez al cementerio.
Esta vez no estaba el viejo y Juan decidió entrar.
Cuando estaba dentro empezó a leer las lápidas de las tumbas. Algunas estaban quitadas y no estaba el ataúd. Juan fue a la tumba de su hermana y se puso a rezar.
Sintió que había alguien observando, por lo que decidió irse, pero cuando iba a salir, la puerta se cerró. Juan miró a su alrededor y no vio a nadie. Empezó a pensar por qué se había cerrado la puerta y una de sus conclusiones era que el cementerio estaba encantado.
En ese momento, el cementerio empezó a temblar y las tumbas a abrirse. De ellas salieron murciélagos, serpientes…
Pero lo más impresionante fue cuando del suelo se abrió una trampilla y de ella salió una gran escalera que iba hacia abajo. La escalera estaba oscura y llegaba a una pared donde había un papel con una historia. Mientras Juan la estaba leyendo, la trampilla se cerró y la escritura del papel cambió y de pronto decía:
-          Para salir de aquí deberás resolver la siguiente adivinanza:
Es que le toco, y me da miedo;
Es que le tomo, y no puedo;
Y vendrá el día en que igual yo quedo.
Juan se puso a pensar y por fi dijo:
-¡El esqueleto!
Cuando terminó de decir la respuesta, se abrió otra trampilla que hizo que Juan cayera a un tobogán largo y oscuro. Por el túnel se oían sonidos terroríficos. Al final del tobogán había una gran sala.
Cuando Juan llegó a esa sala, de ella salieron muchísimos murciélagos. En la sala había millones de momias, y en mitad, un libro.
En el libro decía:
Cuenta una antigua leyenda que la noche de Halloween, en el cementerio de Madrid, aparece el monstruo de Halloween y para invocarlo debes decir su nombre tres veces junto a la tumba del cetro del cementerio.
Como Juan era un chico aventurero, decidió invocar al monstruo de Halloween, pero primero debía buscar la manera de salir de allí. Después de un rato buscando la salida encontró una puerta muy pequeñita, pero para abrir esa puerta se necesitaba una llave que Juan debía buscar. Miró por todas partes hasta que al final vio una cosa reluciente al final del tobogán. Juan corrió a cogerla y abrió la puerta, cuando salió, llegó a la puerta trasera del cementerio. Desde allí se veía todo el cementerio. Juan buscó la tumba que debía haber en el centro del cementerio. Cuando la encontró, corrió a verla y al llegar delante de ella dijo:
-Monstruo de Halloween, monstruo de Halloween, monstruo de Halloween…
Pero no pasó nada. Ese hecho seguiría siendo una leyenda para siempre. Juan decidió irse a casa, cuando llegó sus padres aún no estaban pero, de todas formas, Juan había descubierto algo nuevo y se sentía orgulloso de sí mismo por lo que apenas pensó en sus padres. Cuando se fue a dormir, sus padres llegaron y pensando en la leyenda, Juan se durmió tranquilo.

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